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DISCURSO DE AGRADECIMIENTO
TRAS LA ENTREGA DE LOS
PREMIOS NACIONALES 2008,


En nombre de los galardonados y en presencia de los Príncipes de Asturias.

Iglesia de San Pedro (Patrimonio de la Humanidad, Teruel), 23 de junio de 2009.



Altezas Reales, señora ministra, queridos compañeros galardonados, queridos amigos que nos acompañáis en esta ceremonia de entrega de los Premios Nacionales de Cultura:

En nombre de cuantos acabamos de recibir estos Premios, me apresuro primeramente, y con todo orgullo, a agradecer a Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias su presidencia de este acto, que engrandece su dimensión no sólo en lo meramente protocolario, sino también en cuanto al significado que esta hermosa mañana alcanza así para todos nosotros y para nuestra futura memoria.

En segundo lugar expreso nuestro agradecimiento a los miembros de los respectivos jurados que hace unos meses tuvieron la generosidad de valorar los posibles méritos de  nuestras peripecias artísticas, eligiéndonos como acreedores a cada uno de los Premios Nacionales de la Cultura entonces en liza, y que hoy recibimos.

Y en tercer lugar, pero no con menos convicción, expreso la certidumbre de que en cada una de las diferentes parcelas que nosotros representamos existían y existen otros muchos excelentes profesionales candidatos, más o menos anónimos, que hubieran podido ser merecedores, con iguales o quizá mayores méritos que los nuestros, de los premios que se nos han concedido. En ese sentido, nuestra satisfacción de hoy debe ser compartida con esos otros muchos artistas de admirable quehacer, de los que nosotros nos sentimos aquí simplemente una pequeña representación: hoy la fortuna nos ha sonreído a nosotros como en otra ocasión será sin duda a ellos a quienes se les reconozcan sus muchos méritos.

Creo, además, que quienes trabajamos día a día en el mundo de la cultura -y quizá más marcadamente quienes nos dedicamos a las artes escénicas- corremos un serio peligro de ser considerados dentro del mundo más o menos trivial del mero espectáculo, o incluso del ocio y el entretenimiento. Por supuesto que nos parece estupendo que nuestro trabajo sirva de esparcimiento a los ciudadanos en sus horas libres; y por supuesto que nos sentimos muy honrados cuando a nuestras convocatorias acuden tantos espectadores anónimos, familias, jóvenes, parejas o admirables abuelitos para disfrutar de una tarde de ocio. Pero nuestra época vive en permanente tentación de trivializar la creación y convertirla en una especie de escaparate a la búsqueda de lo más espectacular, de lo más productivo para el mercado, cuando no de lo más trivial.

Por eso, y conociendo las trayectorias personales de quienes aquí nos hemos reunido, creo que coincidiremos en la reivindicación de una cultura del pensamiento, una cultura de la creación y, por qué no decirlo, una cultura que implique ese pequeño esfuerzo de ir siempre un poco más allá en la búsqueda de la belleza. Lo cual, por supuesto, no debe entenderse como una defensa de una cultura pedante, aburrida ni falsamente elitista. Pues el sentido del humor, la llaneza o la divulgación forman también parte de esa cultura con la que soñamos.

E incluso -¿por qué no?- podríamos ir un poquito más allá y dar aun otra vuelta de tuerca a nuestra sana ambición, reivindicando aquí y entre todos no ya una gran cultura española del presente sino además una ciudadanía española culta en su día a día; si por tal entendemos culta en sus relaciones personales, sociales, humanas y afectivas. Reivindiquemos, pues, un talante culto, generoso y solidario para nuestra vida pública, para el debate político, para nuestros medios de comunicación o para las relaciones laborales; para la charla con nuestros hijos, para el café con quien piensa de manera diferente a la nuestra… o para la carta de amor.

Admitamos quizá que la recepción hoy de estos Premios Nacionales que Sus Altezas nos han entregado pueda despertar en nosotros ese pequeño puntito de legítimo orgullo, acaso fronterizo, reconozcámoslo, con una cierta pequeña vanidad. Es posible, y es humano. Pero alguien dijo que la cultura es «esa extraña sensación de estar siempre de paso»; y como tal, esa satisfacción se canaliza pronto hacia los nuevos retos a los que haber recibido este galardón nos invita y nos obliga. Pues entendemos un Premio Nacional no sólo como un reconocimiento, que por supuesto agradecemos, sino sobre todo con un compromiso futuro con la cultura de nuestra sociedad contemporánea. Esperemos estar a la altura.

Muchas gracias.

 

                                                           José Luis Temes
Junio de 2009
 

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